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Xi en sus primeros mandatos pudo capitalizar un movimiento empresarial en curso y el rápido desarrollo de una economía del sector privado. Experimentado una de las expansiones sostenidas más rápidas de cualquier economía importante en la historia. Con una tasa de crecimiento anual promedio del 6,7% desde 2012.
En cambio, en los últimos años la represión de Beijing contra el sector privado del país, que comenzó a fines de 2020, y su política de «COVID Cero», golpearon duramente la economía y el mercado laboral.
En el sector tecnológico perdió más de un billón de dólares del valor de mercado de Alibaba y Tencent, en los últimos dos años. El crecimiento de las ventas en el sector se ha ralentizado y decenas de miles de empleados han sido despedidos, lo que ha provocado un índice de desempleo juvenil récord.
El sector inmobiliario, que representa hasta el 30% del PIB, también sufrió un golpe, que afectó a su vez a algunos de los desarrolladores de viviendas más grandes del país.
Xi espera una “nueva normalidad”, donde el consumo y los servicios se conviertan en motores de expansión más importantes que las inversiones y las exportaciones.
También en su último discurso del domingo sugiere que China esta lista para enfrentar a Estados Unidos, quien ha tratado de frenar el acceso de Beijing a la tecnología de chips y disuadirlo de emprender acciones militares contra Taiwán, el mayor punto crítico entre las economías más grandes del mundo.
Finalmente, el Fondo Monetario Internacional recortó recientemente su pronóstico para el crecimiento de China a 3,2% este año, lo que representa la tasa de crecimiento más baja del país en 46 años.
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El ingeniero peruano ocupará el cargo desde el presente mes tras ser gerente general de Scotia Fondos.